sábado, 12 de septiembre de 2015

Josef Koudelka, el loco de la mirada salvaje









Fue su colega de la agencia Magnum, Ian Berry, quien le definió como “un loco de mirada salvaje” cuando le vio subido en un tanque tomando fotografías sin parar durante la invasión de Praga por parte del ejército soviético. El loco era Josef Koudelka (1938, Boskovice, República Checa) y estaba empeñado en mostrar al mundo lo que ocurría en aquella invasión. Consiguió que las imágenes se conocieran, pero empezó para él un largo exilio durante el que fue un indocumentado que se tenía que esconder de noche a las fronteras y dormir en el suelo como tantos otros. Artista más que fotoperiodista, desde entonces dirigió el foco de su cámara a todos aquellos desastres que tienen que ver con la mandad del hombre: la invasión, la marginación, el exilio y la discriminación. La Fundación Mapfre, en coproducción con el Instituto de Arte de Chicago y el Museo Paul Getty, ofrece hasta el 28 de noviembre la mayor retrospectiva que se le ha dedicado hasta el momento. Son 150 fotografías agrupadas por temas que recorren toda una vida.
Puede que por la terrible actualidad del drama de los refugiados que estos días desgarra Europa o porque los amantes de su trabajo son una auténtica multitud, lo cierto es que la presentación de la exposición de Koudelka rebasó ayer por la mañana todas las previsiones de asistencia de medios. Y el artista no decepcionó. La convocatoria era a las 11 y él entró en la sala con cinco minutos de retraso disculpándose por no haberse podido resistir a animarse con una caña de cerveza. Vestido con una camisa verde olivo sobre pantalón oscuro, a sus 78 años hizo gala de una vitalidad envidiable. Sonriente y divertido con la concurrencia, saludó puesto en pie a los asistentes y declinó el servicio del traductor de inglés para hablar en una mezcla de lenguas que definió como “esperanto latino”, resultado de 45 años de viajes, tratando de comunicarse con las gentes de cada lugar.
“Después de marcharme de Praga en 1970”, empezó contando, “uno de los países que descubrí fue España. Tengo muy buen instinto y me identifiqué rápido con este país. Antes pasé por Italia, pero les falta la música popular que tanto me gusta”.
Josef Koudelka en torno a los 20 años, se estrenó formalmente en la fotografía retratando obras de teatro. Rompía la cuarta pared y en el ensayo general previo al estreno, recogía con su cámara todos los aspectos de la función. Desde los gestos de los primeros actores hasta los movimientos de los tramoyistas. Le sirvió para hacer sus primeros ensayos artísticos que ya no abandonaría nunca. Ingeniero aeronáutico de profesión, dio la espalda al elegante mundo de los aviones para dedicarse a retratar gitanos, los permanentes exiliados y maltratados a lo largo de la historia; un tema que ocupa una de las partes centrales de la exposición. “A la gente no le gusta estar con ellos, pero les encanta verles retratados. Es un hecho. Me permitieron entrar en sus vidas porque yo siempre me he presentado como uno de los suyos. Así pude tomar imágenes en sus reuniones más íntimas y dolorosas como un funeral, o mostrar sus rostros mientras charlaban de sus asuntos. Nunca me rechazaron”.
Pero sus trabajos con los gitanos son conocidos; más lo son sus series sobre emigración y refugiados. La exposición recoge escenas de migraciones en España, Francia, Irlanda o Inglaterra entre otros muchos sitios. A veces le basta contar el tema con un grupo de personas, otras veces recurre al detalle de unos trapos que se juntan formando un techo que sirva de refugio.
¿Piensa retratar a los refugiados procedentes de la guerra que estos días vemos intentando entrar en Europa? “No. Lo he hecho durante 50 años y tengo 78. Mi tiempo empieza a ser limitado y ya no puedo hacer cualquier cosa. No tengo ni la fuerza ni la capacidad. Pero me identifico con todos y cada uno de ellos porque yo he pasado por toda esa mierda. Sé lo que son las noches de invierno escondido cerca de la frontera, me acuerdo perfectamente del miedo, de la angustia. Pero las fotografías ahora las tienen que hacer otros”.
Sobre la fuerza de las fotografías a la hora de cambiar el acontecimiento de la historia, Koudelka responde que depende de la emoción que esa imagen pueda transmitir. “Es un debate que me parece idiota. La imagen solo es buena si despierta emociones. Ocurre igual que con la pintura. Nada más llegar a Madrid, solté la bolsa y me fui al Museo del Prado para volver a ver las pinturas negras de Goya. ¿Alguien necesita que se las expliquen? Nadie. Con seguridad. Tienen tal carga de emoción que todo el que las contemple se le conmueve lo más íntimo”. Añade Koudelka que la emoción también se puede encontrar en gestos como en una pintada callejera que contempló en 1971 en San Sebastián. "En un muro habían escrito: la libertad no se da, se toma".
La última parte de la exposición está dedicada a obras de gran formato que empezó a realizar en 1986. Son auténticos murales que hablan de ruinas y de territorios arrasados por las guerras o por el paso del tiempo. Aquí se encuentra las ruinas monumentales de Palmira en Siria antes de ser reducidas a polvo por los terroristas del EI. “El próximo año, voy a dedicar una exposición a este tema en París. Visité Palmira en tres ocasiones y tengo material suficiente para rescatar esa tremenda historia”.
Cuando al terminar la internación alguien le plantea si aún se sigue reconociendo en “aquel loco de mirada salvaje”, el artista responde que ha intentado averiguar quién es él: “No lo sé. Todavía me sigo sorprendiendo a mí mismo”.
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