viernes, 25 de marzo de 2016

El corazón analógico de Damián Ucieda






El confort es uno de los grandes enemigos del arte. Es muy cómodo servirse de la plana tecnología igual que lo es fiarlo todo a las habilidades manuales, no hacerse muchas preguntas o seguir la deriva, disfrazada de corriente, de la más candente contemporaneidad. La fotografía analógica se bate en retirada. El capitalismo esgrime uno de sus lapidarios argumentos: no hay demanda.
Damián Ucieda trabaja a contracorriente, porque en el centro de su trabajo hay un corazón analógico y una cámara de placas. La cámara de placas es un artefacto pesado, lento y un poco amenazador. Su aspecto es serio, luterano. Sobre todo es una herramienta incómoda. 
La incomodidad colabora a veces con el arte porque coloca al artista en un espacio fronterizo y ajeno. Cuando el artista no pisa tierra firme suele se cuando más cerca está de encontrar el camino. La cámara condiciona el trabajo y lo convierte en una minuciosa tarea llena de planificación, serenidad y claridad de ideas. Damián dice que hay algo de frescura que se escapa. Yo creo que no. Creo que un trabajo mental no tiene porque perder espontaneidad. La suma de los hallazgos trabajan a favor de una idea final. Hay mucho trabajo previo de bocetos, localizaciones, visitas al lugar a la misma hora, marcas en el suelo para ubicar a los personajes. Y lo más fascinante es que el resultado final resulta natural. Aunque tampoco ese es el objetivo. No hay una intención naturalista. Damián no pretende lograr un fresco donde la cotidianeidad se muestre como instantánea.
Damián es un constructor de imágenes. En su estudio hay dibujos que funcionan a modo de storyboard, reproducciones de grabados de Goya, maquetas. En sus fotos las personas ocupan el espacio como atendiendo a la composición de un gran maestro. Como si utilizase un artefacto óptico del Renacimiento o le buscase las vueltas a la sección aúrea. Damián podría perfectamente actualizar el duelo a garrotazos de Goya porque sus imágenes contienen una cierta y ancestral tensión. Siempre hay conflicto.
En Intentando golpear ideas, la foto que produjo para la Fundación Luis Seoane inspirada en el lado más político del pintor coruñés, un grupo de jóvenes corre durante una manifestación. Hay octavillas en el suelo, pancartas y humo. El personaje central es una mujer huyendo mientras tapa su boca con un pañuelo para protegerse del gas. Parece que está corriendo pero en realidad está inmóvil. De nuevo al cámara de placas impone su ley: puesto que para lograr la mayor profundidad de campo la cámara no permite una velocidad muy alta, el personaje ha de estar parado o saldría movido. Para lograrlo Damián hizo muchas pruebas hasta lograr la posición adecuada. Como un escultor que extrae del mármol un tratado de anatomía. Finalmente el personaje corre. 
Damián siempre permite que sea el espectador el que termine la escena. Un señor sentado en una silla en una oficina abandonada. Tiene una caja de cartón en su regazo. Damián se la colocó sin pretender contar nada concreto. La foto lo pedía. Pero  esto desencadena un giro argumental y un potente interrogante ¿Qué contiene la caja? Para algunos son las pertenencias del señor tras un despido o un desahucio. También podría ser la cabeza cercenada de un ser querido.
Hay otras fotos que están más en la tradición alemana. Imágenes frontales y secas.Damián captura un recuerdo de infancia: Benidorm. Cuando de niño los edificios se comían el mar. Es un paisaje irreal.  La cámara de placas sirve tanto detalle que el ojo humano es incapaz de enfocarlo todo. En realidad el ojo humano es incapaz de enfocar Benidorm.
Pontevedra. Fundación RAC. Hasta el 15 de abril

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